La inflación subyacente en la eurozona repunta en junio y brinda un alivio al Banco Central Europeo, aunque no ha alcanzado la mejoría esperada por los dirigentes monetarios.

Con la disminución del crecimiento y las presiones sobre los precios a lo largo del año, Mario Draghi, el presidente del BCE, ha dicho que en un futuro próximo se producirá una mayor relajación de la política monetaria a menos que mejoren la inflación y las perspectivas de crecimiento.

La inflación general se ha mantenido estable en el 1,2 por ciento, por debajo del objetivo del BCE de casi el 2 por ciento, pero el dato “subyacente”, que no toma en cuenta los volátiles precios de los alimentos y de la energía, se ha fijado en el 1,2 por ciento desde el 1 por ciento registrado en mayo.

Si bien el repunte de la inflación subyacente es notable, está en línea con las expectativas y aún por debajo de la cifra de abril, lo que sugiere que las presiones generales sobre los precios son modestas a pesar de los años de estímulos extraordinarios del BCE.

La débil inflación ha dejado perplejos durante mucho tiempo a los responsables del BCE.

El bloque conformado por 19 países ha creado más de 10 millones de puestos de trabajo desde los peores días de su crisis de deuda y el empleo es el más alto registrado.

Por otro lado, los salarios también han registrado incrementos de forma rápida, creando el entorno de manual para las subidas de precios.

No obstante, los analistas consideran que la inflación sigue siendo débil, porque las empresas prefieren sacrificar sus propios márgenes en lugar de aumentar los precios.

El problema es que, si los precios no subieron durante los tiempos de bonanza, es poco probable que lo hagan durante una desaceleración económica.

El crecimiento de la eurozona es del 1,2 por ciento, menos de la mitad de la cifra registrada en el 2017, y los indicadores más recientes son poco alentadores y sugieren que esta podría ser una estimación optimista.